viernes, 22 de julio de 2011

JJ IS DAD



El mes de enero de 1985 fue de los más fríos del S.XX. En Madrid capital helaba por las noches, y los albergues municipales acogían a los vagabundos. 1985, un año que para muchos de nosotros supondría un punto de inflexión entre una etapa dorada y una de decadencia y oscuridad, igual que 1965 supuso el comienzo de un cambio que podría verse manifiestamente en la música (aquel 1965 en el que muchos hijos del “baby boom” de la era del 600 y la tele vimos la luz). Pero volvamos a 1985. En ese mes de enero de 1985 nació el más pequeño de mis sobrinos, J.J. Todavía recuerdo cuando fuimos “de excursión” a la clínica en que nació, no muy lejos de la Avda. Reina Victoria. No recuerdo exactamente quiénes vinieron conmigo aquella noche de enero . Quizá Carlos "Herreruela", tal vez Santiago "el duque". Belén B. vino seguro, eso sí lo recuerdo. La memoria es caprichosa y selectiva, pero recuerdo la presencia de BB ya que en aquellos fríos días andaba enamoriscado. Hay dos noches vívidas en mi memoria de aquel enero del 85: una, la noche de Reyes y la fiesta en el sótano de Cea Bermúdez, sonando la música en mi viejo Dual Bettor y los baffles de Paco G. Minayo , bailando “lentas” como “mistake #3” de Culture Club. La otra, la noche del nacimiento de J.J. La emoción de mi hermano Javier, hablándome de lo inexplicable de los sentimientos que le traía la recién estrenada paternidad. Meses después vendría el bautizo del pequeño en la castiza iglesia de san Manuel y san Benito, joyita neobizantina frente al parque del Retiro. Y el padrino del bebé fui yo. Lo cierto es que muchas veces me he castigado pensando en que no he sido un buen padrino. En fin, quizá podría haber dedicado más tiempo y dedicación a mi sobrino-ahijado, pero ahora no es cuestión de llorar por la leche derramada. Era muy joven, él vivía en la sierra y yo en la capital, no nos veíamos quizá tanto como el resto de la familia. Bueno, los primeros años, los cumpleaños en la Ciudad de los Ángeles. En los 90, los sucesivos chalés en Torrelodones y esos fines de semana en que iba a echar un cable a mi hermano en sus múltiples proyectos, tanto musicales como pedagógicos. Todos aquellos negocios que nos iban a solucionar definitivamente la vida y que la maldita mala suerte y los errores de cálculo llevaron al fracaso, uno detrás de otro. La galería de Arte, las clases de música en colegios varios…
Los años 90 fueron pasando en una sucesión de alegrías y sinsabores. Y todos los días de año nuevo nos reuníamos a comer en la vieja casa de Andrés Mellado toda la familia: hermanos, sobrinos, mis padres. Y entre Luis, J.J., mi hermano y yo (los herederos de la tradición musical familiar) acabábamos cantando el “two of us” de los Beatles o “el sitio de mi recreo” de Antonio Vega.
El caso es que el “pequeño” sobrino fue creciendo, en edad y sabiduría, y de esta manera llegamos al S. XXI.
El siglo XXI que nos acabaría emparejando a todos los solteros de la familia. El s. XXI en el que JJ conocería a Meli, en un bar malasañero que para mi había sido emblemático en los 90. Meli y J.J. se casaron pocos años después. Y ayer, 21 de julio de 2011, eran papás de una hermosa niña. “A quien Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos”, reza el dicho popular. Hombre, un poco excesivo lo veo. A mi me ha bendecido con 4 estupendos sobrinos. Y con dos sobrino-nietos (y otro en camino). En fin, que José Javier ha sido papá. Y yo, yo ya no tengo 19 años.

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