martes, 3 de julio de 2012

Odio y amor al verano

Desde muy niño odié el verano. El invierno eran mantas y recogimiento, era familia y Navidad. Era oscuridad. Uno ha debido de ser vampiro en vidas anteriores, o conde romántico, pero siempre criatura nocturna.

En fin, otoño, primavera e invierno eran colegio y amigos, sábados por la mañana jugando en el patio o viendo en la tele los programas de Torrebruno.

Pero llegaba el verano y el odioso calor. Odiaba las piscinas, no sabía nadar y además me parecía vulgar lo de que la gente se despelotase la gente en público. Muy poco elegante, y desde luego nada sofisticado.

El mar, el sobrevalorado mar, lo conocí ya mayorcito, con 13 años. La playa, con 15, y tampoco me parecía nada del otro jueves. Con el tiempo aprendí a nadar, de aquella manera, pero seguí sin verle la gracia. Ni a la arena, ni a las bajadas de tensión, ni a ponerse cangrejo . Modas, al fin y al cabo. Hasta el S. XX prácticamente nadie iba a la playa, y el moreno se veía como algo vulgar y plebeyo. En fins…

Mi otro verano era a orillas del Henares, un poco más relajado, escuchando el sonido del viento en los árboles de ribera y pescando. Por la noche, partidita al fresco de la noche, escuchando los grillos bajo las estrellas. Ese verano era un poco más llevadero, pero al final también aburría.

El caso es que he odiado el verano toda mi vida.

Hasta que llegaron los 80. Si, adolescencia, divino tesoro. Eran días en que aún estaba permitida la acampada libre en ambas vertientes de la Sª de Guadarrama (inconscientes…).

Allí íbamos, en tropel, con nuestras tiendas, nuestras guitarras, nuestros botes de fabada y nuestros fuegos de campamento.

1983, 1984, 1985, 1986…Cercedilla, San Rafael, guitarra nochera, ahora que estás ausente, adiós ríos adiós fontes, gymkanas, volley-monte, busca leña, haz comida, friega platos, duerme al vivac, monta tiendas, trae agua del manantial, lidia vacas serranas, canta, rie, se feliz. Se joven y feliz. Viejos amigos, Carlos, Angie, César, Pepa. Lolo, Manuel, Chula, Santi, Inma, las Bautista, las de la Banda, las Pérez Tauler, Ester, Isabel, Gomis(nolas), Marta, Mel, Fausto I y II, José Luis, el Jiwnani, Manolo, los G. Minayo, los curas, etc etc etc.

Momentos irrepetibles bajo las estrellas y junto al fuego de campamento. Los recuerdos se agolpan en mi mente pero son tantos…y sobre los recuerdos, los sentimientos, las sensaciones, los olores, a resina, a brasa de pino, la música...es difícil pasar a un teclado todo eso.

Más doloroso que pensar que todo ya pasó es pensar que a alguna de esas personas quizá no las vuelva a ver jamás. Como cierta walkiria vallisoletana a la que perdí la pista hace casi 20 años.

El caso es que ahora añoro esos veranos. Esos agostos de “Rodríguez” en Madrid, las partidas de Risk hasta el amanecer, el puesto de helados de Santi, las incursiones al cine de verano, cenas improvisadas o partidas de futbolín y mus.

En fin, como dijo el poeta:

“Aunque mis ojos/ya no puedan ver ese puro destello/que me deslumbraba.

Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba,/de la gloria en las flores,

no hay que afligirse. /Porque la belleza perdura siempre en el recuerdo.”

William Wordsworth

1 comentario:

  1. ¿que se hicieron de esos veranos eternos de la infancia y la adolescencia ? Ahora no da tiempo a nada... :-(

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