domingo, 28 de octubre de 2012

A orillas del Ucero

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Cae la tarde a orillas del río Ucero. No muy lejos de donde este recibe la pleitesía de su afluente Abión, el otoño tiene una belleza antigua y atemporal. Limpias aguas trucheras de este humilde afluente del padre Duero. El viento canta una ancestral canción entre las hojas de los chopos que amarillean y las aguas siguen su camino de siglos, indiferentes a cambios dinásticos  y mudanzas de todo tipo. Las piedras del castillo roquero miran indiferentes a los buitres que sobrevuelan estos cielos limpios de la Uxama legendaria. Uxama Argaela de los arévacos, aquellos guerreros que no preguntaban cuántos eran el enemigo, sino dónde se encontraban.

Un puñado de mujeres y hombres a orillas del Ucero. Alrededor de una mesa redonda, círculo de piedra ancestral. Cae la tarde, y una jornada intensa se acerca a su fin. Una jornada de sabinares, pueblos de adobe y caliza, jornada de reencuentro con la tierra de los antepasados. Un puñado de personas reunidas en concilio laico y patriótico. Alrededor del círculo ancestral, leyendo un manifiesto cual invocación a la lucha  por una tierra que agoniza.

Nuestra tierra no ha muerto, sino que duerme. A orillas del Ucero supimos que no habría vuelta atrás, que nuestros antepasados nos contemplaban desde los cielos limpios de Castilla. Y por los  viejos dioses de la Celtiberia no nos vamos a rendir.

1 comentario:

  1. tenemos que dar vida al manifiesto que leimos junto a este rio ayer.

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