domingo, 18 de febrero de 2018

Pepinillo Amargo


"...Perseguí la justicia
que se me negó.
He transformado
mi odio en valor,
en deseo de vivir mañana.
Esperé,
pero nadie llegó,
nadie llegó.
Esperé,
en la puerta de atrás del paraíso (...)
La Frontera, 1985





El pepinillo ya no es tan mordaz. El pepinillo ya no es tan ácido. En el último año se ha prodigado poco. No se ha trasformado en odio el  dolor, ni el odio en valor. Han pasado muchas y pocas cosas en sólo dos años, buenas, malas, mejores y peores. Pero hay un momento que hace replantearse todo, algo que desgraciada y afortunadamente sólo ocurre una vez en la vida. 

Ella. Ella. Ella que te dio la vida, ella que te dejó algo de muerte al marchar. Si hay varias vidas en cada vida, más en unas que en otras, también hay varias muertes. Una parte de mí murió con mi abuela, otra parte con mi padre, otras pequeñas porciones con amigos y parientes. Pero con mi madre se fue una gran, gran, gran parte , se devoró una buena parte de la tarta de vísceras y sangre, ventrículos y aurículas que mueve a este insignificante primate. Ya se soplaron las velas de cumpleaños, y la fiesta se acabó. La tarta no se compró en la casa de las Tartas de la calle de Galileo, sino en el Tartalia de Aluche. 

No. Con ella murió lo mejor de mí, y no me di cuenta en su momento. Más dura será la caída, más doloroso es siempre despertar. Ya no hay mañanas de lotería en pesetas, ni invierno ni niebla en este infierno de eterna primavera. Ya no hay futuro ni esperanza, ni promesas ni sueños eternos. Ya no hay poesía ni novelas ilustradas, ni juegos en el patio del colegio. 

Es la vida, me dicen, que es lo mismo que decir nada. ¿Qué es la vida? una ilusión, What is Life? WTF? "Vivir, morir, tal vez soñar" 

Como dijo el otro, no sabemos quienes somos, ni de dónde venimos, ni a dónde vamos, y encima llegaremos tarde. Algunos llegamos tarde a casi todo. A otras cosas ni hemos llegado. Y a algunas ya nunca

Fascina la vitalidad de algún anciano nonagenario que se aferra a su vida, a su casa, a su barrio, cuando ya todo está escrito en el libro de la vida. A otros nos duele hasta el respirar.

Podría escribir los versos más tristes esta noche, tras escuchar a la bellísima Agnetta cantar eso de ¿dónde quedó el verano? Aquellos veranos sin preocupaciones ni hipotecas a orillas del Henares, cuando en el transistor Sanyo cantaba Elena Francis o aconsejaban los cánticos populares de Mocedades, Abba o Boney M. 

Esta noche el pepinillo está cansado. Perdido y huérfano de nuevo. Sin certezas y a la deriva

Y mañana volverá a amanecer a mi pesar. Hasta mañana




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