Tu gato (o tu perro, o tu hurón, o tu caballo....) no te juzga. Tu gato te necesita y te quiere, egoista e interesadamente, sí, pero también de modo incondicional.
Tu gato no te sermonea cuando estás hundido con la mierda hasta el cuello. Se limita a acostarse en tu regazo sin decir nada. Porque sobran las palabras. Sobran los razonamientos. Sobran la moral y los prejuicios humanos.
Tu gato es tu hijo, tu amigo, tu último motivo para vivir-
Nacemos solos y moriremos solos. Y como decía el otro, si en el Paraiso no están mis gatos, no me intreresa. Como no me interesa toda esta superioridad moral de tantos humanos.
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