domingo, 31 de enero de 2021

El silencio de los gorriones (de nieve, muerte e historia del arte)




Hace tan solo unos días Madrid recuperaba la normalidad tras estar sumida en una suerte de parálisis helada. Cierto es que estos cansados y miopes ojos no recuerdan una nevada similar en la capital del Reino. Nevadas, sí, pero como esta... ninguna, por la altura de la nieve y los días que ha permanecido cubriendo nuestras aceras. En el siglo XX cayeron grandes nevadas en Madrid. De niño y joven recuerdo que nevaba un día o dos en la ciudad, pero la nieve desaparecía a los pocos dias, si no a las pocas horas. Por no hablar de que a partir de los años ochenta la nieve se convirtió en un visitante, cada vez más ocasional, de unos inviernos secos y anormalmente calurosos .


La nieve para mí siempre fue motivo de alegría y diversión, de niño y de joven. La felicidad junto a compis de estudios, una entusiasta excursión a la Sierra de Guadarrama, un bucólico paisaje de coníferas cubiertas por la nieve acariciando con sus ramas un tren casi de juguete entre Navacerrada y Cotos…. Tantos buenos recuerdos.


Ahora veo la nieve de otro modo, más trascendente y menos optimista. Empiezo a entender a los artistas románticos. Para el Romanticismo la nieve era una metáfora de la muerte. La retirada de Napoleón de las heladas tierras de la Madre Rusia plasmada magistralmente en el lienzo de Northen (1), el final del clasicismo, el crepúsculo de los dioses. Pintores como C.D. Friedrich (2), William Turner o el mismo Northen reflejaron en sus lienzos la angustia existencial de un hombre moderno abocado al absurdo y la contingencia. Esos paisajes nevados, las ruinas , los cementerios, la “atracción del abismo”(3).

Tardé años en interiorizar mi primera e impactante  clase con el impredecible Angel González (4) . Una clase dedicada a la nieve y los paisajes nevados como epítome del desasosiego con el que daba comienzo el siglo XIX.


Pues a más de dos siglos de la debacle de la Grande Armée, los años veinte del siglo XXI han empezado con giros inesperados del argumento de esta pelicula cada vez más tragicómica del nuevo milenio. En un año de pandemia y miedo ha llegado un invierno de verdad, frío y con un temporal de nieve no visto en décadas,tras un otoño “como los de antes” (niebla, frío, cielos grises).


Lo más impresionante de esta larga semana de nieves ha sido el silencio. Un silencio de muerte, sobrecogedor, irreal. Ni las voces de los niños camino del colegio, ni el graznido de las urracas, ni el piar de los gorriones (5), ni las sirenas de los vehículos de emergencias en la lejana avenida. Silencio. Nada.


En ocasiones me pareció estar viviendo momentos de guerra en una época ya de por sí irreal, en una  realidad distópica de virus y pérdida de libertades.  


Un silencio que me llevó a echar de menos hasta ruidos como los de los aviones aterrizando o el camión de la basura.


El silencio que dio paso al caos. Un caos moderado, un poco menos frenético al que siguió al establecimiento del estado de alarma la pasada primavera. No quiero ni pensar,visto lo visto tras días de parálisis nevada en Madrid y provincias limítrofes, lo que pasaría ante un apagón digital, ante una catástrofe natural o artificial que nos llevara a escenas de pánico como los de la acertada serie de TV “El colapso”(6).


Días como estos me han hecho de nuevo reflexionar sobre los frágiles cimientos de esta sociedad tecnológica postmoderna. Nos sentimos seguros en el calor de nuestras casas y desde la comodidad de nuestras “Tablet”, nuestro ADSL y nuestros bien suministrados supermercados.


Somos más frágiles de lo que nos creemos o de lo que nos queremos creer. Soberbios monos desnudos en una mota de polvo cósmico. Cuando la naturaleza se manifiesta con toda su fuerza puede con nuestras autovías, nuestros vehículos y nuestras calles. Esta nevada tendría que haber sido un momento para la reflexión de lo que somos. Y para la humildad. 


Los pobres árboles mutilados por la nevada, los animales callejeros que han sufrido hambre y frío, nuestros propios humanos sin hogar… todos deberían ser una llamada de atención sobre la condición tan débil de este engreído primate. Porque todos, tarde o temprano, nos las habremos de ver con una nevada definitva.




(1) Adolph Northen (1828–1876), pintor de la escuela de Düsseldorf, integrante del movimiento romántico alemán. En su cuadro “Napoleons Rückzug aus Russland” (“La retirada de Napoleón de Rusia”) refleja esa trágica grandeza de la derrota del Emperador ante el “General Invierno” y sus nevadas tropas.


(2) Caspar David Friedrich: “Caspar David Friedrich (Greifswald, 5 de septiembre de 1774-Dresde, 7 de mayo de 1840) fue un pintor paisajista del romanticismo alemán del siglo XIX. A menudo se le ha reconocido como el artista alemán más sobresaliente de su generación. En las escenas alegóricas de su periodo medio, muestra figuras contemplativas contrapuestas a cielos nocturnos, nieblas matinales, viejos árboles o ruinas góticas. La presencia humana apenas desempeña un papel marginal en contraposición a paisajes imponentes, lo cual dirige la mirada del espectador hacia la dimensión metafísica del hombre (…)“ Fuente: Wikipedia.


(3) “La Atracción del Abismo” (Rafael Argullol, 1983) es una obra imprescindible para saber más sobre la pintura del paisaje romántico y el “desarrollo de una conciencia trágica que enfrenta al artista con su propia civilización y constata la soledad existencial del hombre moderno”.


(4) Ángel Lorenzo González García (Burgos, 1948 - 21 de diciembre de 2014) fue un historiador, crítico de arte y profesor universitario español, destacado autor de obras de estudio y de divulgación de la historia del arte, galardonado en 2001 con el Premio Nacional de Ensayo. Y yo tuve el honor y la fortuna de ser alumno suyo . http://elcultural.com/El-arte-invisible-de-angel-Gonzalez



(5) Preocupante empieza a resultar la desaparición de los familares gorriones de nuestras calles y jardines. En una década han desaparecido 30 millones de gorriones de nuestras ciudades. Todas las amenazas son fruto de la actividad humana, por lo que también podemos ser la solución. 


Firma esta petición para proteger los gorriones de nuestras ciudades y pásasela a tus contactos. https://bit.ly/2IEJ0g1


(6) Miniserie de TV (2019). Ocho episodios. Veinte minutos cada uno, filmados todos ellos en plano secuencia. Un suceso -del que desconocemos las causas y el origen- ha provocado el colapso de la sociedad -la francesa y se sobrentiende que la mundial- y es la espoleta que provoca una serie de historias independientes en diferentes localizaciones, que comparten la desesperación y la huida de las personas que intentan sobrevivir. Fuente: https://www.filmaffinity.com/es/film625002.html.


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