miércoles, 24 de enero de 2018

Campos de girasoles forever



Aunque el resplandor que
en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas.
Aunque mis ojos ya no
puedan ver ese puro destello
Que en mi juventud me deslumbraba
Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porqué la belleza subsiste siempre en el recuerdo “
(…) (Wordsworth)


Despedidme del sol y de los trigos” (Miguel Hernández) 


Volver a ser un niño. Volver a ser adolescente. Tener de nuevo ilusiones puras. Sufrir otra vez, tener miedo de tantas cosas otra vez. No, no todo tiempo pasado fue mejor ( parafraseando a les Luthiers, “cualquier tiempo pasado fue anterior) .Antes las cosas malas eran muy malas y se vivían con angustia y temor. Pero las cosas buenas...las cosas buenas se vivían con una intensidad e inocencia irrecuperables. Entre la zozobra del presente y la inquietud por el futuro hay veces que uno necesita evadirse de la realidad circundante, concentrarse en lo verdaderamente importante, entrar dentro de uno mismo.

Ahora lo llaman meditación, mindfullness y nosecuantascosasmás. Antaño era oración. Sigue siendo oración y meditación hogaño. Hay quien busca elaborados escenarios o situaciones. Pero si algo me enseñó Inmaculada, amiga y facilitadora de Meditación, es que esta consiste en poner toda nuestra consciencia, o nuestra atención, en el momento, en lo que nuestra voluntad enfoca, trascendiendo las multiples distracciones que nuestros sentidos y nuestra mente nos provocan. Meditar, al igual que orar, puede hacerse en cualquier lugar. Encontrar a Dios entre pucheros y ollas, como Santa Teresa, o vivir intensamente las porras"del desayuno en un concurrido bar. Eso también es meditación. Todos hemos tenido esos momentos, en soledad o rodeados de gente, en el que hemos estado , en el que hemos vivido con plenitud.
El monte en cuestión, con mi padre (q.e.pd.)
 y mi sobtrino Luis en una vespino; años 70

Recuerdo una tarde, una apacible tarde de verano, sentado en un monte divisando el valle del henares, vaciando la mente, escuchando The Secret Life of Plants en el radioccassette

Las vías del tren, el talgo que pasa, la estación, todo es una maqueta allí abajo. Stevie Wonder suena entre los olivos y los tomillos, el romero y la jara. El valle del Henares es una sinfonía de verdes, ocres y amarillos. Un poema con versos de trigo, girasol, patata o huertas, de choperas y barbechos.. Y al fondo, Espinosa. No existía nada más en esos momentos. Ni exámenes, ni desengaños amorosos, ni miedos y complejos. Ese momento era ese momento. Ser uno con Dios por medio de su obra. Eso es meditación.

Esos días ya no volverán. No pueden volver. Pero dentro de nosotros sigue estando la divinidad. Como decía el amigo George Harrison, “dentro de ti sin ti”

Campos de Girasoles por siempre


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