miércoles, 27 de septiembre de 2023

Mercenarios del Imperio

 

“El verdadero  soldado no lucha porque odia lo que tiene delante, sino porque ama lo que tiene detrás”     -Chesterton.


Hay básicamente tres tipos de guerreros :

1) los que luchan y mueren por un ideal

2) los que luchan y mueren por defender a su familia y a los suyos

3) los que luchan y por dinero. Estos últimos valoran más su vida que la bandera que defienden.


En el ámbito laboral pasa algo similar. Está quien tiene su propia  empresa y se entrega a fondo a la misma. Está quien trabaja en una PYME y , como el esclavo doméstico del que hablaba Malcolm X, corre a avisar al amo "que se nos quema la casa, Amo" (1). Y hay quien siente a su empresa como una parte de sí mismo, aunque la empresa sea una transnacional sin alma. 

En Japón lo tienen muy claro. En una cultura para la que el trabajo es esencial la empresa llega a convertirse en una suerte de familia en no pocos casos. O al menos consiguen que así lo sientan los esclavos domésticos. 

En todo caso, la dinámica casi siempre es la misma: el trabajador se esfuerza en función de lo que se le valora o de lo que se le paga. En el Serengeti Laboral el trabajador es una presa cuya misión es  salvar el pellejo y escaquearse, mientras que el empresario/depredador intenta alimentarse de sus empleados, vía explotación. 

No debería ser así. Las empresas más inteligentes saben que un trabajador feliz es más productivo. Y que un trabajador motivado es más eficiente. La motivación y el reconocimiento pueden ser monetarios o tomar otras formas: beneficios, dietas, descuentos de empleado.  Casi todas estas  ventajas  por formar parte de una gran familia son regalos interesados. Como el descuento de empleado, que beneficia al empleado pero también repercute en la  propia empresa, en la que el trabajador adquiere sus bienes o servicios. 

En definitiva: no es lo mismo trabajar EN una empresa y sentirse parte de la compañía que trabajar PARA una empresa. Esto parece parece no importar a las cabezas pensantes (2) de algunas empresas, que externalizan determinados servicios que no por infravalorados y hasta despreciados son menos importantes para el crecimiento y mantenimiento de la empresa. 

La Atención al cliente, en manos de teleoperadores/gestores telefónicos es uno de esos ejemplos. Y lo he sufrido en mis carnes.

En fin, hay quien valora más la cantidad que la calidad. Lo vemos a diario en todos los ámbitos de la vida y de la política. A corto plazo seguramente mejore los beneficios, pero a la larga mi molesta opinión es que lleva a la pérdida de mercado. Quizá sea un mercado insignificante. Pero qué sé yo, que de economía solo sé lo que mis padres hacían, Y gracias a lo cual pudimos vivir y crecer varias generaciones de Hernández.

Yo no sé nada, Doctores tiene la Iglesia y estudios las grandes empresas. Solo sé que en su afán por abaratar costes algunos venden su alma al diablo. Ya se sabe que el demonio tienta a los bluesmen en las encrucijadas. Y también a los corbateros, aunque estos no tengan alma que vender. 

Así todo, si te tratan como un mercenario, trabaja como tal. Entrega tu mano de obra en la medida que  te paguen y/o valoren. La vida es muy larga. y quien hoy está arriba mañana puede caer. Basta de dejarte el pellejo por un empresario reconvertido en cliente para el que ya no eres ni siquiera un esclavo doméstico, sino un número externo a su organización, carne de auricular que se vende y se compra.  Arrieritos somos.

Pero todos los imperios caen, aunque tarden siglos y nosotros no lo veamos. También el Imperio de la Encrucijada . Larga muerte al Imperio. Y larga vida a la república bien intelcionada.



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(1) Busquen el discurso de Malcolm X sobre el negro de casa y el negro de campo. En el que se recuerda que el esclavo "de casa" , que vivía  en la casa de los amos y realizaba labores de servicio doméstico ,sufría una suerte de síndrome de Estocolmo que le llevaba a defender a los amos frente al resto de esclavos,  a esos esclavos que trabajaban las plantaciones y vivían en condiciones de penuria.

(2) Más bien cabezas de chorlito capitalista 


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