Tal día como ayer de hace 92 años nacía Vicente Hernández Blanco en Guadalajara, España.
Aunque su nacimiento en la capital arriacense fue algo accidental, pues toda su familia era de el Burgo de Osma (Soria), donde creció con sus hermanos y madre, pues quedó huérfano de padre a temprana edad.
Así comienza la biografía de un hombre del pueblo, de un castellano, de un español, y sobre todo de un hombre bueno. Nunca tuvo dinero, ni coches de lujo, ni conoció más fama que la que tenía entre sus muchos amigos. Trabajó toda su vida a cambio de un jornal, y fue honrado, y eso es mucho más de lo que se puede decir de muchos famosos, ricos y triunfadores .
Desde bien joven tocó el trombón de varas en la banda municipal de el Burgo de Osma (la música, junto con la pesca fluvial y la naturaleza en general fueron sus grandes pasiones).
Después, la guerra, la terrible Guerra (in)civil . La Quinta del biberón, les llamaban. En el Burgo conocería a una madrileña a la que el estallido de las hostilidades sorprendió en un bando, mientras sus padres estaban en otro. Esa madrileña, Katiusha la llamaban, de nombre Consuelo, no volvería a ver a su padre.
Tras la guerra, la dura posguerra, el hambre y el venir a Madrid a ganarse el jornal.
Después, los hijos.
Hijos a los que inculcó el amor a la música y a la naturaleza, el amor a los ríos y los embalses de la Castilla central. Las excursiones con la peña Argüelles, para pescar en Buendía, Entrepeñas… Años de trigales y ovejas, pueblos de adobe. Cangrejos de río españoles antes de su extinción. Pesca y suelta. Lucios, barbos, black-bass (el blasblás que decían), carpas,…
Manantiales de limpias aguas con berros y menta no muy lejos de Madrid.
Y los ríos: Manzares, Jarama, Tajo, Eresma, Duero, Ucero… y el Henares, el Henares de sus años de senectud.
Fontanar, Yunquera, y finalmente Espinosa de Henares, donde pasó los difíciles años del paro y la crisis (como si se hubiesen inventado ahora). Fines de semana, semanas santas, veranos, partidas de cartas con los grillos de fondo, “alertas OVNI” de Antonio José Alés en la radio, vigilando los cielos. Vespino azul y azadilla.
Mucho se podría escribir de una persona que supo vivir con lo que la vida le dio. Y disfrutar de las cosas sencillas. “Con pan, queso y vino, se anda el camino”. Pero ya me ha costado escribir estas líneas. Hoy no estoy muy expresivo, ciertamente. No te olvido, papá.
Aunque su nacimiento en la capital arriacense fue algo accidental, pues toda su familia era de el Burgo de Osma (Soria), donde creció con sus hermanos y madre, pues quedó huérfano de padre a temprana edad.
Así comienza la biografía de un hombre del pueblo, de un castellano, de un español, y sobre todo de un hombre bueno. Nunca tuvo dinero, ni coches de lujo, ni conoció más fama que la que tenía entre sus muchos amigos. Trabajó toda su vida a cambio de un jornal, y fue honrado, y eso es mucho más de lo que se puede decir de muchos famosos, ricos y triunfadores .
Desde bien joven tocó el trombón de varas en la banda municipal de el Burgo de Osma (la música, junto con la pesca fluvial y la naturaleza en general fueron sus grandes pasiones).
Después, la guerra, la terrible Guerra (in)civil . La Quinta del biberón, les llamaban. En el Burgo conocería a una madrileña a la que el estallido de las hostilidades sorprendió en un bando, mientras sus padres estaban en otro. Esa madrileña, Katiusha la llamaban, de nombre Consuelo, no volvería a ver a su padre.
Tras la guerra, la dura posguerra, el hambre y el venir a Madrid a ganarse el jornal.
Después, los hijos.
Hijos a los que inculcó el amor a la música y a la naturaleza, el amor a los ríos y los embalses de la Castilla central. Las excursiones con la peña Argüelles, para pescar en Buendía, Entrepeñas… Años de trigales y ovejas, pueblos de adobe. Cangrejos de río españoles antes de su extinción. Pesca y suelta. Lucios, barbos, black-bass (el blasblás que decían), carpas,…
Manantiales de limpias aguas con berros y menta no muy lejos de Madrid.
Y los ríos: Manzares, Jarama, Tajo, Eresma, Duero, Ucero… y el Henares, el Henares de sus años de senectud.
Fontanar, Yunquera, y finalmente Espinosa de Henares, donde pasó los difíciles años del paro y la crisis (como si se hubiesen inventado ahora). Fines de semana, semanas santas, veranos, partidas de cartas con los grillos de fondo, “alertas OVNI” de Antonio José Alés en la radio, vigilando los cielos. Vespino azul y azadilla.
Mucho se podría escribir de una persona que supo vivir con lo que la vida le dio. Y disfrutar de las cosas sencillas. “Con pan, queso y vino, se anda el camino”. Pero ya me ha costado escribir estas líneas. Hoy no estoy muy expresivo, ciertamente. No te olvido, papá.
un abrazote, compañero
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