Nada, está visto que no me puedo dormir. Noche de insomnio, solo en casa con mis dos gatos, mis dos últimos amigos. Al borde del abismo, sin saber cuántas entradas de este blog podré seguir perpetrando antes de que me corten la luz o el ADSL por falta de pago. En fin, que no sé por qué motivo esta noche me ha venido al recuerdo otro verano, otro año. 1982. Treinta años ya, Dios mío. El mundial de fútbol de España, con los tiffosi en la Castellana, el infame Naranjito, la heladería de Alberto Aguilera, la cena de hermandad del 3º de BUP, borrachos como cubas en la calle de Luchana. Pedro Ignacio, Montes, Viñuela, viejos camaradas de otros tiempos. Tiempos más peligrosos quizá, pero más auténticos. Tiempos más inocentes. Y más idealistas. En octubre todo ese idealismo se volcaría en la primera visita del Papa Wojtyla a España (otra vez el Bernabeu) y en la victoria del PSOE en las elecciones generales. Bonitas mentiras, vistas con la perspectiva del tiempo. El abajofirmante, al que aún le quedaban unos meses para “descubrir” la fascinante escena de las vespas con espejitos y las parkas verdes, musicalmente era ecléctico, entre Jethro Tull, Simon y Garfunkel o los ecuménicos Beatles. Aquel año continuó siendo grande la Orquesta Mondragón, y entre la juventud de la época triunfaba el tito Mike Rivers con su “rock &´Ríos”. En fin. Conciertos de folk castellano a cargo de Almena y el Nuevo Mester de Juglaría, comienzo ilusionado del COU, cursillos de verano en el Seminario de Ávila, primer verano en Pinomar (Guardamar del Segura, Alicante), sonando el primer Lp de Mecano constantemente en el chiringuito (otro signo de los tiempos).
Pero aquel verano para mi tiene una imagen grabada a fuego en mi mente: una colina en Espinosa de Henares (Guadalajara), con el valle del Henares a sus pies. Allí sólía subir a retirarme del mundanal ruido. Sin saberlo en aquel tiempo y por lo que he aprendido después, en esos momentos practicaba la meditación, en contacto con la naturaleza de olivos, tomillo y romero. En esos momentos era uno con la tierra, con esa tierra arriacense que para mí fue tan hogar o más que mi Madrid natal. Verano del 82, a mis pies la carretera a Cogolludo, en lontananza el valle del Henares, el contraste de tonos amarillos del trigo y los matorrales secos y el verde de las choperas de ribera o los pinares de los montes en Espinosa. A veces el silencio lo rompía con mi viejo radiocassette Sanyo. Recuerdo una cinta en concreto, grabada con retazos de programas de radio diversos, con Jethro Tull, los Secretos y el Secret Life of Plants de Stevie Wonder. Y allí, en la ladera del monte, escuchando el “secret life” y empapándome del sol y de los trigos, como diría el poeta, viendo pasar un tren talgo de esos plata y rojo con alguna advocación mariana. allí, en ese momento cuasirreligioso, alcancé la paz.
no sé por qué recuerdo ese momento esta noche. Han pasado ya 30 años. Y, como diría mi amigo José Luis de Micheo, yo, yo ya no tengo 16 años.
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