«Una
dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero
sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni
siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de
esclavitud, en el que, gracias al consumo y al entretenimiento, los
esclavos amarían su servidumbre.»
‘Un
mundo feliz’ (1932)
Los gatos son el epítome del anarquismo. No es de extrañar que sean
el animal icónico de los libertarios y de los liber-narios, incluso
los reaccio-narios como el menda lerenda. Como diría Joaquín Sabina, la principal diferencia entre perros y gatos es que nunca verás un gato policía.
Los gatos, sin duda, son ácratas. No en el sentido de Bakunin, sino
quizá en el de Junger . Y sin duda en el del loco genial de Arrabal, que en la suprema lucidez del demente que vislumbra la
realidad desde el caleidoscopio de una mente única afirmaba que
había fundado un partido anarquista con un solo miembro, él, y que
en ocasiones se expulsaba.
¡Cuántos Arrabales, cuántos librepensadores, cuántas "rara avis" pensantes necesitaríamos en este país de sectarios y hooligans, en
el que el espíritu de la transición y la reconciliación se está
viendo sustituido a pasos forzados por el odio, la división y el
guerra-civilismo!(1)
El caso es que había venido aquí a hablar de gatos en tiempos de pandemia.
Y todo por un hecho cotidiano al que nunca había concedido la
importancia que merece. Estaba yo barriendo el salón de casa cuando
brevemente he tenido que cerrar la puerta, dejando a Ringo, el mayor
de mis gatos, con la puerta cerrada en sus hocicos bigotudos.
A los gatos no les gustan las puertas cerradas. Pero en una escala
del uno al cinco, en el que uno fuese “lo tolero“ y cinco “odio a muerte
una puerta cerrada”, Ringo estaría en el número ciento cincuenta.
Y mira por dónde me he visto reflejado en mi pequeño rebelde
atigrado. A los simios evolucionados tampoco nos gustan las puertas
cerradas.
En ocasiones pienso que es injusto tener gatos, perros, hurones o cobayas conviviendo con estos simios en estas modernas jaulas que llamamos
pisos. Lo ideal sería una casa de campo con mucho, mucho espacio.
El debate que muchos nos planteamos en estos tiempos de pandemia
entre Libertad y Seguridad o Supervivencia más bien.
Mis otros gatos, “Bisbus” Cooper y Milagros son gatos callejeros,
los rescatamos de la calle, ¿O los secuestramos? Si los zoos son
cárceles y los circos campos de exterminio o gulags, ¿qué son
nuestros pisos? ¿jaulas de oro?
Vuelvo al párrafo penúltimo: Mila y Cooper quizá habrían
sobrevivido en las calles un tiempo. Famélicos quizá. Mila habría
traído a este mundo camadas de gatitos, a una vida incierta, a una
probable muerte prematura. Los gatos callejeros están sometidos a todo tipo de peligros: maltrato, perros sueltos, atropellos,
envenenamientos…. Todo por causa del principal enemigo de todas las
criaturas y seres vivos de este planeta: el ser “humano”.
Así que les hemos salvado, les hemos dado cobijo, alimento y
cuidados veterinarios, a cambio de su afecto, compañía y el estar
encerrados en estas prisiones llamadas pisos.
La pandemia maldita nos ha llevado a algunos a replantearnos lo
importante. Y ver desde primera línea las orejas del lobo o más bien
del diablo, Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis ya están aquí. Esta
agonía del mundo postmoderno puede durar meses, semanas o años.
Pero como tanto les gusta decir a los representantes de los que de
verdad mandan, “ya nada será como antes”.
Como gatos caseros a estos monos desnudos (2) tampoco nos gusta el
estar encerrados. Hemos acatado ,a veces como HB en los ochenta, “por
imperativo legal”. Los trabajadores y los pobres no podemos
permitirnos pagar cuantiosas multas o ir a la cárcel, aunque las
fuerzas y cuerpos trabajen para un Gobierno y un Estado
supuestamente de los trabajadores y los pobres (3), aunque nos
multen y encierren en nombre del bien común.
Cuando todo esto pase, o al menos pase lo más gordo del
confinamiento, las pocas personas que aún piensen de modo crítico,
las pocas personas que piensen más allá de consignas de partidos y
grupos ideológicos, habrán (habremos, aunque uno no es inmune a los prejuicios) de
plantearse si esto se podría haber hecho de otra manera, escuchando a los expertos y a los pocos que han demostrado
investigar desde la independencia .
Que evidentemente hay un virus muy malo por ahí suelto que ha
obligado a encerrar a millones de personas en un arresto domiciliario
colectivo. Bien, vale, admitamos esa premisa. Que como gatos domésticos se nos vuelve prisioneros por nuestro
propio bien y el de los demás.
Dejaremos a los juristas, si les dejan, que determinen si las
condiciones de este Estado de Alarma se han sometido a la ley y a la
justicia, o si no estamos viviendo un estado de sitio encubierto.
Los hechos, sí, los hechos, no bulos, son que libertades básicas
se han visto limitadas significativamente con el pretexto o por el
bien de nuestra salud y supervivencia.
Salud y supervivencia sobre la que también legislan esas personas
que tan alegremente votáis, incluidos PP, Ciudadanos y demás caras
del mismo poliedro. Salud y Vida, vida hipócritamente sesgada a ambos extremos del camino: aborto o próximamente eutanasia (y de facto, eutanasia pasiva o forzosa, como hemos visto estas semanas).
Hasta los nuevos adalides del ultra-liberalismo, VOX, si pillasen poder también recularían de algunos principios que les han valido ganarse el apoyo de miles de españoles hartos del pensamiento único. Igual que le pasó a Podemos con los aspectos más revolucionarios y sociales de su programa. En el momento que la supuesta izquierda toca poder, la revolución se reduce a postfeminismo, antifascismo, ideología de género y anti-cristianismo. Y la supuesta derecha conservadora (en realidad, liberalismo salvaje) tampoco va a velar por la justicia social o la defensa de la Tradición, Seguirán apoyando la UE, la OTAN, apretando más las tuercas a la clase trabajadora en nombre del libre mercado, la globalización o lo que manden los amos
Cambiar algo para que nada cambie.
Hasta los nuevos adalides del ultra-liberalismo, VOX, si pillasen poder también recularían de algunos principios que les han valido ganarse el apoyo de miles de españoles hartos del pensamiento único. Igual que le pasó a Podemos con los aspectos más revolucionarios y sociales de su programa. En el momento que la supuesta izquierda toca poder, la revolución se reduce a postfeminismo, antifascismo, ideología de género y anti-cristianismo. Y la supuesta derecha conservadora (en realidad, liberalismo salvaje) tampoco va a velar por la justicia social o la defensa de la Tradición, Seguirán apoyando la UE, la OTAN, apretando más las tuercas a la clase trabajadora en nombre del libre mercado, la globalización o lo que manden los amos
Cambiar algo para que nada cambie.
En fin, que tendremos que seguir siendo gatos encerrados mientras las
autoridades lo digan. Por nuestro propio bien.
Aunque quizá esto solo sólo sea el principio. De este experimento
habrá que sacar las conclusiones que cada uno crea conveniente.
Habrá quien empezará a ver que las cosas a nivel planetario son no
sólo frágiles y cambiantes, sino que obedecen casi siempre a una
partida de ajedrez global en la que los peones poco podemos hacer.
Quizá resistir e intentar que cada vez haya más personas que se
desconecten de Matrix. El problema es que este peón sólo tiene
preguntas y no respuestas.
Y si tuviese respuestas desde luego que no las difundiría por aquí.
Sí, seguiremos siendo gatos encerrados, presos que salen
al patio de la cárcel cuando se lo dicen los carceleros. Buenos
ciudadanos sumisos, obedientes.
En ocasiones quisiera ser uno de mis gatos y esperar el paté
diario, el pienso y las caricias. Y no tener consciencia ni voluntad.
Nos prometieron hace doscientos años la Libertad, la Igualdad y la
Fraternidad.
Y nos llevan de cabeza a la Esclavitud, la División (4) y la Homogeneidad (5).
(1) Harto, como el Maestro Unamuno, “de los hunos y de los hotros”.
(2) Véase “el mono desnudo” de Desmond Morris.
(3) En cuyo nombre el siglo XX ha visto ejecutar, matar de hambre o
esclavizar a millones de personas en Asia, Europa Oriental o África.
(4) Y en eso la jugada está saliendo a la perfección: izquierdas
contra derechas, trabajadores contra burgueses, mujeres contra
hombres...
(5) todos iguales en pobreza, como en la URSS. Todos homogeneizados,
fieles y dóciles como los Epsilon de “un Mundo Feliz” (¡Ay,
Aldous!).
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