Vuelvo a mi querida fauna urbana, tras tantos meses sin escribir sobre ella.
En otras entradas , con las etiquetas "animales" o "Carabanchel geographic" ya hemos hablado de aventuras con nuestros compañeros de planeta, invertebrados y vertebrados.
He reflexionado sobre mis observaciones de "campo". Aunque más que de "campo" lo eran de "suburbio" con zonas verdes.
Me fascinaba sobre todo el ecosistema de las aves urbanas de mi barrio, las relaciones entre especies, su rivalidad y de qué manera cada una se las apaña para obtener su diario sustento.
Observaba que, al igual que con los depredadores y los carroñeros de la Sabana, había una jerarquía entre las especies y que los más grandes. los más fuertes o los más poderosos eran la cúspìde de la pirámide. En el caso de las aves urbanas compitiendo por una misma presa (las migas de pan, granos diversos y otros restos comestibles desechados por los humanos) parecía que el orden era así:
Las palomas y otros columbiformes estarían en un escalón mediano de esa pirámide. Viviendo y dejando vivir, a su aire , picoteando a discreción e ignorando a los demás, al igual que las cotorras argentinas.
Las urracas, las más poderosas y mejor organizadas no suelen enfrentarse a ellas. Son estos córvidos los que por su tamaño y trabajo en equipo, las que se llevan las mejores tajadas. Así lo era, así lo dictaba la lógica y la "ley de la selva" urbana.
En el otro extremo, los más débiles, los pájaros de pequeño tamaño, como alguna ocasional lavandera y sobre todo los gorriones. Nuestros domésticos y humildes gorriones que compensan su pequeño tamaño con audacia y velocidad lo que les permite birlar el pan a las palomas, que tampoco les molestan o agreden. Solo esa audacia y velocidad les permiten llegar, coger el alimento y darse a la fuga con él antes de que lleguen las urracas, las reinas del Mambo.
Era impresionante ver como ante el festín de palomas y gorriones los de largo pico llegaban, aterrizando desde distintos puntos como una banda de matones coordinados cual velociraptores blanquinegros . Y así fue hasta este hace poco.
Ignoro los años que viven las aves citadas, pero lo que sí vengo observando es como cada primavera y verano traen nuevos ejemplares que en poco tiempo pasan de polluelos a aves adultas. De esta manera pude establecer relación con nuevas familias de columbiformes, córvidos y paseriformes.
Pero héte aquí que la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Y la naturaleza no iba a ser menos.
Recientemente en nuestra avifauna local ha aparecido alguna pareja de tórtola turca. Pues bien, cual no sería mi sorpresa al ver cómo hay una tórtola turca en el vecindario que, a pesar de su inferior tamaño y pico menos largo, pone habitualmente en fuga a las nuevas urracas que, menos gregarias y más individualistas, se aproximan por los jardines cercanos a mi domicilio.
Esta Tórtola turca que ha conseguido poner en fuga en reiteradas ocasiones a aves más poderosas me recuerda que , como dice nuestro refranero, "no hay enemigo pequeño ". O que, como decía mi amigo Luis, que hizo la "mili" en la Legión, si a un tipo pequeño o aparentemente más débil le pones entre la espada y la pared o en la tesitura de defender a los suyos es capaz de enfrentarse con éxito a un individuo más fuerte y peligroso.
Cualquier día veremos salir el sol por poniente o a las tórtolas turcas pedir el impuesto revolucionario a las urracas. Y nos parecerá normal.
Prefiero quedarme con la poética estampa del Cabo Santo apuntando al sol con su pistola reglamentaria al grito de ¡esto es un sindios! ".}
La naturaleza siempre nos enseña.
(Oráculo de Carabanchel, canto IV versículo 222 y siguientes)
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