28 de diciembre, un año más. Una fecha que desde mi infancia y juventud siempre fue muy especial. El 22, el Gordo y los cánticos de los niños de San Ildefonso marcaban el comienzo de las navidades. Nochebuena era una noche única, una noche de Amor y celebración pero también de recogimiento y según fueron pasando los años, más asociada a sentimientos de nostalgia y melancolía. Los cumpleaños de mis hermanos o la Vigilia de la Inmaculada eran hitos, Nochevieja era la noche de ilusión y gozo juvenil mientras que la Noche de Reyes era la mágica noche de ilusiones infantiles. Todas, fechas marcadas por esa mezcla agridulce de felicidad y nostalgia o de excitantes esperanzas y ganas de diversión en el caso de la Nochevieja y la Noche de Reyes “adolescente-joven”.
Pero el 28, el 28 siempre fue diversión, broma, una forma de aliviar o curar la tragedia de la vida desde el humor. Ese humor tan presente en mi familia. Mi padre, que siempre gastaba la misma broma, con esa falsa caca de perro que ponía en el portal y que siempre hacía picar a la portera. Mi padre que alguna vez también fue víctima (petardo en cigarrillo y pum) o mi cuñado Luismari, citándome para un importante recado en Ferraz esquina Marqués de Urquijo en una inhóspita tarde de viento y gélida lluvia. Aquel invierno de los 80 o los 90, ya no recuerdo bien, en el que la broma telefónica fue entre mis amigos Joaquín, Paco y yo, sin saberse al final quién mentía a quién.
Durante décadas en este sufrido país se gastaron bromas en un día como hoy. Inocentadas en las noticias, bromas entre amigos y familiares, muñequitos blancos de papel en las espaldas.
Tradiciones, costumbres, bromas que, como casi todo lo relacionado con la Navidad o con la Tradición, han ido cayendo en desuso y olvido mientras “importábamos” Jalogüines, Papanoeles y al paso que vamos hasta el día de Acción de Gracias. ¿El signo de los tiempos? ¿la globalización? En parte sí. Pero sobre la perfecta conjunción entre la endofobia y cosmopaletismo de muchos nativos y la llegada masiva de foráneos ajenos a estas tradiciones y costumbres.
Entre unos y otros nuestras Navidades cada vez se parecen menos a las que conocí en el siglo XX y buena parte del XXI. Entre unos y otros se ha cargado una fecha como la de hoy.
Y volvemos a una de las ideas de antes. El humor como medicina frente al drama de la vida. El humor que reivindicaba su primacía en un día en el que lo que el calendario litúrgico conmemora la matanza de inocentes.
Estamos terminando un año que ya en sí parece una enorme inocentada. Si hace tan solo un año un viajero del futuro nos hubiese contado que habría una pandemia mundial surgida en un mercado de China cercano a un centro de investigaciones virológicas, oh casualidad, que si un pangolín, que si un murciélago, que si pitos que si flautas, que íbamos a sufrir toques de queda, suspensión de derechos y libertades básicas en nombre de la salud y la seguridad públicas, que todo el mundo iría obligatoriamente en la calle con mascarilla… muchos hubiésemos pensado que se trataría de un guión de Hollywood o una nueva novela distópica.
Pero no. El futuro ya está aquí. El poder mundial no se oculta, pa qué, incluso en la terminología (esa “nueva normalidad” que tanto recuerda al Nuevo Orden soñado por las élites). Este año la inocentada concluye con una nueva matanza de inocentes, ancianos, jóvenes y de mediana edad. Con miles de familias segadas por la Parca o empobrecidas por el paro y la crisis. Todo ello sumado a la matanza de inocentes que no cesa, tanto en el mundo en vías de desarrollo como en este mundo supuestamente avanzado y progresista. La muerte que se empeñaron en ocultar durante los meses de mayor virulencia de la pandemia. La misma muerte consentida, apoyada y justificada contra los que no han llegado a nacer. La muerte que ahora se busca justificar y consentir para los que están en el ocaso de sus días. La muerte por diversion de otras criaturas bajo el pretexto de la tradición o la cultura. Cultura de la muerte en una Sociedad hipócrita y/o ignorante.
28 de diciembre un año más. 28 de diciembre y la broma, la inocentada es vivir.