viernes, 2 de diciembre de 2022

1982 - 2022

Otoño de 1982. 40 años ya.

Ahí estábamos, en el año de "Naranjito", tras un Mundial de Fútbol ganado por la Italia de Paolo Rossi bajo la mirada de Sandro Pertini y la campechanía local. Esa final en un estadio Santiago Bernabeu en el que en los 80 pasó de todo: conciertos, partidos, Papamóviles. 

https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjp7JR1KDPx-QGeLgJDWW2jnR-zp5iP9ShSfgYr-EwdtuDJ8LiG8xYL4A534qcLafW1uXuLuShR_SYfcMmExuMRonChcAnVSG-bEbfn2r--gXYNDfr_YuOl7HU6l4DeInPWmZEeIYRiNRE0RbaKC26_luEDQ3Z_derhhoahGgGPHMXwQ5ebTOdd25X0lwLos muchachos del COU 1, sellando con tinta los boletos para el viaje fin de curso a Paris en un viejo bar entre Malasaña y la calle del Pez. Cuántas veces no sentimos que éramos los primeros modernos (o los segundos, si contamos la generación de mis hermanos mayores) o los últimos testigos de la España tradicional. El  puente entre lo antiguo y lo nuevo. Conocimos los comercios tradicionales, los bares de nuestros padres, los antiguos usos. Cuando en los barrios del Foro alternaban las noches de colorines punk , droga y desenfreno con las mañanas de abuelitas yendo a comprar el pan y parroquianos degustando el vino de las tabernas desde frascas ancestrales.  "Mis amigos, dónde estarán": José Antonio Carretero Alb, Manolo, Ron, Santos, Montes, Pedro Ignacio...

Ese bar donde sellamos los boletos ya no existe, no recuerdo si se llamaba el Palentino. En todo caso es Historia. El espacio lo ocupa hogaño un bar de diseño, infusiones, mil variedades de café con bebida de soja o avena, fiel ejemplo de la gentrificación y el  pijerío pretencioso que se ha apoderado del centro de Madrid. Ese centro antaño castizo, moderno, underground, cutre no pocas veces, sucio y peligroso muchas. Ahora vas por Malasaña o Chueca y no ves diferencias con el Marais o el Soho . Los comercios son similares, los bares son iguales. Hasta las cadenas de cafeterías y supermercados son los mismos. Un mundo, un diseño, un aburrimiento. 

En fin, volvamos al otoño de 1982. Cuando el internet no existía ni en nuestros sueños y los móviles eran algo de ciencia ficción. Cuando las redes sociales eran los bares y plazas y Tinder las escaleras de un Instituto. 

En octubre, por mi cumpleaños Manolo y Eva, Eva y Manolo, me regalaron un Lp de Paul Simon. Ignoraba entonces que ese sería mi último octubre con Eva, Esther B, Manolo A, Eva C,, Julio, Montse...mi pandilla de la Parroquia del Stmo Cristo de la Victoria. Con los que fui de peregrinación a Compostela, ese viaje en el que el tipismo se fundió con la espiritualidad de un modo que no he vuelto a conocer. 


Otoño de 1982. Partidas de Monopoly con "Montes y compañía" escuchando a Blondie o al Nuevo Mester y debatiendo si mi viejo barrio era Argüelles o Chamberí. 

Mi Madrid, en todo caso. Argüelles, Centro y Chamberí. Lo demás era territorio Comanche, como ese Carabanchel al que íbamos César y yo de expedición por la línea 5 entonando a Spandau Ballet cual himno guerrero de chicos de frontera chamberilero-monclovita. Hijos de la clase obrera, sí. Y orgullosos de serlo. Pero del Centro de Madrid. Quién me iba a decir entonces que acabaría habitando estos barrios , este extrarradio tan lleno de vida y tan cambiado o más que el propio centro.

Otoño de 1982 . La venida del Papa Santo polaco, el advenimiento de esos socialdemócratas que tan poco tenían que ver  con el partido de mi abuelo y que pronto cambiarían el "OTAN: de entrada NO" por un “ de salida, menos”. 

Navidades del 82. Preparando mi primera fiesta de Nochevieja,  en casa de Santiago, el Dandy, el árbitro de la elegancia. Comprando 45 r.p.m para el acontecimiento : “Mirror Man” de la Human League (cosquilleo erótico en esas voces de Susan y Joan que para este adolescente eran cantos de sirena ...inglesa) ; Lime II (“ Babe, We're Gonna Love Tonite …..” ) , Lifeline, Boney M….


Entre 1982 y 1983 muchas cosas cambiarían en este país y en la vida de este miserable bloguero. el final de Bachillerato, la Selectividad y la llegada a la Universidad. El final de la inocencia , dejar atrás aparentemente la infancia. Nuevas amistades. La llegada a la Parroquia de Santa Rita. Ahí es ná. 

1983 sería el año del cambio; traería nuevas amistades, alguna de las cuales perduraría hasta este sorprendente siglo.

40 años después, la juventud ya no baila por Human League. Ni sus bailes los supervisa Fradejas. El Tecno Pop y el Heavy Metal han sido sustituidos por el Reggaeton. La Navidad por “las fiestas”, el Papa no viene a España ni se le espera, el PSOE ha resultado ser un fiasco y una sucesión de desilusiones, por decirlo suavemente. Los viejos bares no existen, las adolescentes , los adolescentes y les adolescentes no existen ya tal como los conocimos durante generaciones. Como decían en Trainspotting, llegará un día en que ya no habrá tíos ni tías, solo gilip**llas.


En algo tuvo razón Alfonso Guerra, que a la nueva España no la iba a reconocer ni la madre que la parió. Por el cambio: y vaya si cambiamos de 1982 a 2022 . En muchos aspectos más que de 1942 a 1982. En otros parece que estamos igual. O peor. Y por otro lado, si lo pensamos friamente, la transformación del mundo  desde 1942 , cuando soldados españoles morían a las afueras de Leningrado y en España la gente pasaba más hambre que el perro de un ciego y el 1982 de la PSOE , el Mundial y Juan Pablo II es sideral. 40 años: toda una vida, o toda una época, o todo y nada. 

Pero algo indudablemente no ha cambiado: el Mundial de fútbol. El fútbol, la religión nacional con permiso del culto a la ciencia o a lo que se entiende por científico. De Naranjito al emirato. El fútbol no desaparece, solo se transforma. Pues que bien. 

Paolo Rossi murió en 2020. Y yo, yo ya no tengo 17 años. Puede que esto sea un ejercicio de nostalgia, sí. Y qué. España ha cambiado, el mundo ha cambiado, nosotros hemos cambiado. Yo he cambiado. El cambio es consustancial al mundo postmoderno que sufrimos.  Solo Dios sabe qué nos queda por ver o por vivir. 

Pero no olvidemos los viejos bares, los viejos amigos, lo auténtico de aquella España de 1982 , de aquella España de 1942. De nuestros mayores, de aquellas generaciones que no se ofendían por todo , que lucharon y sobrevivieron. Y ante los torvos veleros que se columbran en el horizonte, empuñemos la espada y portemos la cruz dorada.

Señor, danos la fuerza y el discernimiento, para que las vidas de esos adolescentes de los 80 que sellaban los boletos en viejos bares no hayan sido en vano. Amén. 




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